Alguien me preguntó qué representaba el viejito que aparece en mi novela Vamos para Panamá, un viejito de montaña…. Alguien me preguntó por ese viejito y yo llegué a la conclusión de que es un poco como la Costa Rica que se perdió, la Costa Rica que se está muriendo, al punto de que el viejito dice: «yo ya no oigo, yo no sé de lo que están hablando, no entiendo»; y él se desubica todo, no sabe. Chochera típica de los viejitos, pero que, en alguna medida, sirve, a nivel de símbolo, para representar  la familia “tica”* de antes. 

Es la contraposición a la familia actual,  al país en relación con la familia “tica” de fines de milenio, la familia que se tecnologiza, la familia de internet. 

Representa a la otra familia de costarricenses que va todavía a las corridas de toros en Zapote, que oye música ranchera mexicana, que ama esa frescura, ese verdor, esa humedad propia del clima costarricense, que piensa más en sencillo... es larga la lista, es difícil hacer una caracterización rápidamente.  

Sin duda, hay una fractura de valores y este señor, este viejito, puede, de alguna manera, puede jugar ese símbolo. 

 * Tico, tica: Costarricense 

(*)  por   R o d o l f o   A r i a s 
Escritor  costarricense 

Detalle de la obra «Viernes de dolores en el canal de Santa Anita» de  Diego Rivera. 1923/24.