¡Por supuesto que No!... 
La historia reciente del país en cuanto a resultados de políticas y programas para la incorporación de tecnologías a las empresas y organizaciones, dejan claro, lo mismo que en muchas sociedades del subdesarrollo, que no basta con ofrecer facilidades financieras a las empresas y reclamar a las Universidades e Institutos de Desarrollo tecnológico el rol de generadores-adaptadores-transferidores de cambio técnico, para que se imponga esta condición a la dinámica evolutiva de la estructura económica de un país. 

Mas bien, lo ocurrido reitera  la tendencia natural de modelo económico hacia la concentración, ya que una minoritaria proporción de las empresas existentes cumplen con las condiciones de estos programas de promoción y de ellas, sólo algunas participan de sus beneficios.

¿Es entonces que estos programas han sido inútiles?.  La respuesta nuevamente es la inicial..... por supuesto que no.  Porque aunque no lograron los resultados esperados en cuanto a la incorporación de nuevos modelos organizacionales y productivos, han servido para poner en discusión a nivel nacional las particularidades de nuestra estructura económica y organización institucional frente a este aspecto clave de la competitividad que es la innovación.

Queda claro también, que aún cuando la empresa se encuentre en el centro de la problemática del cambio técnico, la cuestión tecnológica involucra a una compleja trama de relaciones en las que juegan actores institucionales del Estado, de la organización económica, del trabajo y de las entidades de la educación, la ciencia y el desarrollo tecnológico.

En esencia la innovación tecnológica debe formar parte del ambiente del desarrollo de una comunidad, es un componente importante de la mentalidad y conducta social.  Y este cambio en nuestros países, debe ser necesariamente deliberado, construido porque si no, llega desparejo (como siempre), tarde o simplemente no es patrimonio de las mayorías.

Y como si esto fuera poco, estas complejidades presentan hoy escenarios de profundas transformaciones a escala mundial que ponen en crisis a todas las formas organizativas vigentes desde las de la economía, los gobiernos, las instituciones hasta la propia organización familiar que asiste a cambios funcionales impensados hace sólo un par de décadas.
 

QUE HACER!
Se dice que en el problema casi siempre está la solución y en la crisis, la oportunidad.   Si el desafío de la hora es construir un ambiente de innovación en medio de una crisis de transformaciones inducidas desde afuera de nuestra sociedad, debiéramos comenzar por repensar los modelos organizacionales y de relación entre todos los actores institucionales involucrados en la cuestión tecnológica de nuestro país.
Esto significa, en el plano empresarial, que las cámaras representativas de las distintas ramas de la economía incorporen a las actividades gremiales tradicionales las de la búsqueda de nuevos segmentos y de gestión de negocios en mercados externos como parte de los servicios ofrecidos a sus asociados.

Para las empresas el desafío es reconocerse como el sector protagónico, corresponsable de la generación de empleo genuino, de las condiciones laborales imperantes y de la distribución primaria de la riqueza generada por la economía.   Esto como consecuencia directa de las transformaciones y nuevos roles del Estado, de carácter subsidiario y desprendido de responsabilidades sociales históricas. 

En cuanto al Estado, sobre todo local, deberá asumirse representante de todos los intereses de su comunidad, incluyendo los económicos. La creación de espacios de concertación política y participación de los sectores del trabajo y las empresas aparece como un instrumento de integración sectorial y de una nueva práctica política, casi imprescindibles.
En las organizaciones del trabajo, la profundización de la práctica de la  negociación permanente y el reconocimiento del valor de la empresa local y regional, como unidad de organización económica básica para la asociación con el fin de participar del mercado global impone la necesidad de una resignificación de alianzas y adversarios

Y para la Universidad, para nuestra Universidad, la oportunidad de ofrecerse a la comunidad del centro sur de Córdoba en particular y al país en general, como una institución integrada al desafío de su  desarrollo integral y atada al destino regional, debe reconocer que el modelo de desarrollo institucional mas apropiado para sí, no esta formulado todavía, hay que construirlo, sin prejuicios respecto de funciones y requerimientos sociales, ni ataduras con las tradiciones de la historia universitaria, construirlo con la capacidad e inteligencia de rescatar lo valioso de otras experiencias, y con el desprejuicio de la creatividad.  Ser hacedores de nuestra organización.

Un elemento inicial para ello, es la decisión institucional de hace una década de concebir a la extensión mas allá de una función esencial de la actividad académica, como parte del perfil institucional, como componente de su  «estilo de desarrollo».    Esto significa que en términos institucionales extensión es sinónimo de integración y sólo por esto están involucradas todas las áreas de la organización universitaria, la ciencia y el desarrollo de conocimientos por la necesaria pertinencia social que se le plantea, la oferta académica y de posgrado, la gestión y administración ante la necesidad de facilitar cada vez mas esta decisión política de la integración.

En esto estamos, queda mucho por andar pero este es el sendero...

(*)  por Víctor H. Becerra
Secretario de Extensión - UNRC

Detalle de la obra «La industria de Detroit u Hombre y máquina» 
de Diego Rivera (México). 1932-1933