RECORDANDO A PERLA

Mabel Grillo

 

A la memoria de Regina Gibaja.

En el campo académico de la comunicación en Argentina está de moda hablar de las etnografías de audiencias. A tal punto que la metodología cuantitativa utilizada para esos fines ha quedado casi reducida al ámbito de los estudios de mercado. No conozco demasiado sobre los estudios actuales en educación, pero sospecho que también en esa área debe haber académicos que creen estar en la última ola cuando en los debates metodológicos asumen la defensa de las estrategias cualitativas de investigación.

Hace más de quince años Regina Gibaja escribía, prácticamente para nosotros, dado el vehículo que utilizaba, sobre la descripción densa.

Esta situación nos dice mucho acerca de lo que significó la presencia de “Perla” (con este nombre conocimos y tratamos a Regina Gibaja y, así, a mí me gusta recordarla) en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Pero ella no hablaba, como todavía suele hacerse aún hoy, desde la absoluta novedad y la ruptura con cualquier antecedente. Dice en el artículo que nos ocupa que este enfoque alternativo “tiene una vieja y prestigiosa tradición en las ciencias sociales”.

 

En realidad sus antecedentes preceden al positivismo que, por su parte, tiene el gran honor de no haber nacido junto a sus críticos, como ocurre con la mayoría de las corrientes teórico metodológicas de las ciencias sociales, sino después que ellos. Así, Perla, que nos enseñaba novedades, también se preocupaba porque reconociéramos sus historias. Cuando algunos de sus ayudantes o alumnos, insuflados por sus enseñanzas de la metodología cualitativa, arremetíamos contra las prácticas positivistas en investigación nos llamaba a sosiego reclamándonos la crítica más exitosa de “un mejor y más fundado hacer”.

-¿Leyó Geertz?, me preguntó al poco tiempo de haber comenzado a trabajar con ella. Ante mi negativa, tomó La interpretación de las culturas en una versión en inglés -todavía no había traducción al español- y me la dio diciendo que sospechaba que me iba a interesar. No se equivocaba. Al poco tiempo, tomando un café, le comenté que el estilo del autor del libro que me había prestado me había fascinado. Fue entonces cuando me contó que lo había conocido personalmente. Yo, en ese entonces, bastante joven y de fronteras intelectuales casi clausuradas, no podía creer lo que me estaba pasando. No sólo estaba sentada en un bar de Río Cuarto con alguien que había trabajado con Gino Germani sino que además había conocido a un autor norteamericano, aunque en realidad escribiera como un europeo, cuyo libro me había cautivado.

Ocho años después, haría mi doctorado en Antropología en Brasil y gran parte de la teoría del momento giraba sobre la obra de un antropólogo que había revolucionado teórica y metodológicamente el campo de la disciplina: Clifford Geertz. No obstante, para mí su nombre y obra se sintetizaba emblemáticamente en la thick description que en la distancia evocaba La ‘descripción densa’, una alternativa en la investigación educacional de Regina Gibaja. Versión de cartulina, flaquita y naranja, con diseño de tapa de un alumno aventajado de comunicación, Gustavo Cimadevilla, y la colaboración de una colega siempre bien predispuesta, Susana Gorgas. Su contenido recuperaba de manera rigurosa y clara la propuesta de Geertz y sugería su utilización en el campo de la educación a partir del relato de una investigación que, siguiendo esos lineamientos, había realizado la autora en México.

También en el transcurso de mi posgrado, un sociólogo mexicano que dio un seminario sobre la sociología en Latinoamérica se dirigió a mí, como una de las dos argentinas que estábamos allí, entre veinte alumnos de diversos países latinoamericanos, y me dijo –“Nunca entenderé porque ustedes los argentinos no supieron valorar a Gino Germani, uno de los más grandes investigadores que hizo sociología en Latinoamérica”. Yo tenía algunas respuestas, era un tema complejo y doloroso que también me recordaba a largas charlas de café con Perla. Traté de eludirlo sonriendo y, como haciendo una broma, dije “Parece que es porque fue funcionalista”; el sociólogo mexicano, de declarada y rigurosa filiación ideológica marxista, me contestó con cara de estar pensando ¡qué estupidez! y me dijo -“Ustedes si que no tienen cura, son caníbales”...

Muchos confundieron la adustez de Perla con arrogancia pero fue una intelectual humilde y generosa, cualidades que en ella se agigantaban porque las acompañaba con una inteligencia enorme y sutil y una gran capacidad de trabajo. Obviamente, no puedo, ni quiero, ocultar mi admiración por esta profesora que, no me canso de hacerlo recordar, institucionalizó la investigación en esta facultad, mucho antes de que el programa de incentivos obligara a hacerlo en la mayoría de las Facultades de Ciencias Sociales y Humanas del país.

Quizás algún día pueda ofrecerle mi tributo más preciado. Que alguien encuentre en mí algunas de sus cualidades sobresalientes como investigadora: capacidad para observar los hechos de la realidad social, para describirlos con densidad e interpretarlos en profundidad. Perla escribió sobre ello, pero es mucho más importante que lo hacía y sabía hacerlo.


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