Los ingredientes
del éxito

Comentario

Eduardo Sánchez Martínez

Profesor de Planeamiento Educacional, Universidad Nacional de Río Cuarto y Universidad Nacional de Córdoba.
Ha sido Subsecretario de Programación y Evaluación Universitaria del Ministerio de Educación de la Nación y Secretario de Estado de Políticas Universitarias. E-mail sanchezmartinez@onenet.com.ar


El trabajo de J. J. García Martínez y M. Zapata Ros, al presentarnos una visión de conjunto de la dimensión que alcanza la Educación a Distancia en los países de la Unión Europea, nos hace caer en la cuenta de la significación que esta nueva forma de enseñanza -asistida hoy por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación- está ya alcanzando y tendrá aún más en el futuro próximo. Y, consecuentemente, nos deja el interrogante de las condiciones a tener en cuenta para que esa significación creciente sea exitosa.

 

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Pensemos sólo en los desafíos de la Educación Superior en el contexto argentino. Nuestro sistema universitario atiende actualmente a un millón de estudiantes, en universidades localizadas en los grandes centros urbanos y en su inmensa mayoría a través de metodologías presenciales. Las proyecciones para los próximos años indican que al finalizar la primera década del nuevo siglo las universidades deberán estar preparadas para acoger a unos 500 mil estudiantes más. Es de prever que una parte importante de esta nueva demanda provendrá de poblaciones más alejadas y en forma creciente de estratos sociales que hasta ahora no han tenido un acceso mayoritario a la educación superior. Pretender responder a estos desafíos sólo con la oferta convencional aparece como inviable y escasamente democrático. En primer lugar, porque los costos estarían muy por encima de las posibilidades reales de financiamiento si se sigue sólo con la modalidad de enseñanza convencional. Y en segundo lugar, y precisamente por ello, porque una parte importante de la nueva demanda de educación superior quedaría sin posibilidades de acceder o de continuar estudios superiores. Especialmente en países como Argentina, donde lo central no es tanto convencer a los jóvenes para que sigan esos estudios -que afortunadamente los buscan y los exigen por sí mismos- sino generar ofertas apropiadas para satisfacer esa demanda, la nueva educación a distancia aparece como un instrumento formidable de democratización y desarrollo de la sociedad.

 

Necesitamos también de la nueva educación a distancia para responder a la creciente demanda de capacitación y actualización que impone el cambio tecnológico asociado a los procesos de transformación productiva. La Argentina ha hecho en estos años profundos avances en la transformación de sus estructuras de producción. Sin embargo, el proceso de crecimiento y desarrollo difícilmente podrá continuar y sostenerse en el tiempo sin una intensa reconversión y capacitación profesional de sus recursos humanos, que no puede llevarse a cabo solamente desde el sistema de enseñanza convencional.

 

En este mismo sentido, la utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación aplicadas a la enseñanza, es hoy un instrumento imprescindible para llevar a cabo la vasta tarea de capacitación de más de 600 mil docentes que requiere el sistema escolar para poder avanzar efectivamente en el proceso de profunda transformación educativa que necesita el país. Durante todos estos años se han dedicado esfuerzos y recursos ponderables al cumplimiento de ese objetivo prioritario. Pero difícilmente se pueda responder a tiempo y con la calidad necesaria a este formidable desafío, si no echamos mano de estas nuevas posibilidades que hoy nos ofrece el desarrollo conjunto de la pedagogía y de la tecnología.

 

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Las oportunidades que estos avances nos ofrecen están a la vista. Su expansión es un hecho que cualquier estadística permite constatar. El gran interrogante, a mi juicio, es saber cuáles son las condiciones para un auténtico éxito de esta nueva forma de enseñar. La respuesta no es por cierto simple ni segura, pero tanto la reflexión teórica como la experiencia comparada nos ofrecen algunas lecciones.

 

Conviene tener presente, en primer lugar, que si las nuevas tecnologías de la información y la comunicación no están al servicio de un proyecto educativo que implique un cambio en la concepción de la enseñanza, sólo servirán para agregar innecesaria complejidad y confusión. Como decía Didier Oilo en un documento preparado para la Conferencia Mundial de la UNESCO del año pasado sobre Educación Superior, el mayor desafío consiste en idear una nueva forma de enseñanza que esté basada en artefactos tecnológicos y que sin embargo los trascienda: una enseñanza que, acompañando y sirviéndose del nuevo paradigma tecnológico, parta de una visión participativa de la educación, haga posible el aprendizaje asincrónico, permita una nueva relación entre los actores y facilite la educación permanente, que es hoy una verdadera necesidad y no sólo un discurso atractivo.

 

En este contexto, creo que el éxito de la enseñanza universitaria a distancia depende, en definitiva, de la calidad de los estudios que sea capaz de asegurar. Si no logra un nivel de excelencia por lo menos similar al de la enseñanza presencial (y en verdad tiene posibilidades de ser mejor) pronto será vista como una alternativa de segunda, escasamente atractiva, que muy pocos estarán dispuestos a aceptar. Pero, como señala R.A. Phipps en un trabajo reciente sobre el tema, la enseñanza convencional no debe ser el patrón para evaluar la calidad de la enseñanza a distancia, porque ello dejaría muy poco espacio para dar cuenta del enorme potencial e impacto de estas nuevas formas de enseñanza mediadas tecnológicamente. Aunque informadas por la herencia fecunda de las formas de enseñanza convencional, hay un conjunto de estrategias y prácticas -relacionadas con los métodos de enseñanza, con la participación y el nuevo rol de los profesores, con la efectiva disponibilidad de específicos servicios de apoyo- que los decisores, especialistas y docentes deben considerar seriamente si de veras están preocupados por ofrecer una educación de calidad que llegue a más gente.-



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