Organismos genéticamente modificados (OGM) y herbicidas en el debate de todos los días
 

por Dr Horacio Alberto TIGIER *

Ya desde fines de 1995 al organizar la primera cohorte de nuestra Maestría en Biotecnología habíamos pensado en los aspectos éticos y legales que planteaban las nuevas técnicas de Biología Molecular e Ingeniería Genética que alimentaron a la Biotecnología Moderna. En esa dirección se organizó un curso  con especialistas de estos temas. 
Un par de años más tarde la Dra Rosa Nagel, coordinadora general de la Maestría, organizó una charla debate muy interesante sobre los aspectos éticos de la clonación y la fecundación asistida pero solo participaron docentes e investigadores de las Ciencias Exactas y Naturales y no hubo representantes de los que saben de leyes, como son los abogados u otros participantes de las Ciencias Humanas. Me acuerdo muy bien de la intervención del Dr Alberto Kornblithh, prestigioso profesor e investigador de la UBA que aclaró muy bien la mezcla de efectos genéticos y ambientales, casí por partes iguales, en el mejor caso de clonación natural que se conoce, los mellizos gemelos. Si se separan después de nacer pueden ser muy distintos, con medios y costumbres diferentes, a pesar de ser genéticamente idénticos. En esos tiempos estaba de moda la oveja Dolly y se hacía mucha ciencia ficción con la clonación humana.
 Con las especies animales y en particular con los seres humanos esta experimentación sigue siendo compleja a pesar de los grandes avances que ha habido en los últimos tiempos como es el descifrado del genoma humano. Sin embargo es con las especies vegetales que la biotecnología se hizo masiva  y llegó a la comercialización de alimentos y finalmente a las góndolas de los supermercados de todo el mundo. 
Desde que el hombre en los albores de la historia empezó a practicar la agricultura ya empezó a hacer modificaciones en los cultivos aún sin conocer las ciencias actuales.   A la revolución verde nadie le puso trabas pues en principio beneficiaba por igual a países desarrollados y en vías de desarrollo. En realidad se hacía genética tradicional de muchos cruzamientos y obtención de híbridos, lo que se puede considerar como un ajuste grueso. Sin embargo  al poderse introducir un gen adecuado, que en última instancia fabrica una proteína adecuada el ajuste ya se puede considerar fino.  Así se dejó de obtener insulina, esa hormona que tanto necesitan los diabéticos, a partir de ingentes cantidades de páncreas animales. Entonces, una bacteria con un gen modificado comenzó a fabricarla y la biotecnología ya fué industria moderna. 
Pero después, como los caracteres monogénicos son fáciles de trabajar en los vegetales,  a alguien se le ocurrió introducir un gen de resitencia a herbicidas en la soja y la soja crecía rozagante con bajas cantidades de ese herbicida y las malezas morían. En primera impresión esto parecería decirnos que usamos una tecnología diabólica pues favorecemos que se haga daño ecológico con herbicidas. Sin embargo es lo opuesto pues se usan así mucho menos herbicidas pero de una sola marca. Entonces empiezan los intereses creados que comienzan a decirnos que nos podemos hasta intoxicar comiendo transgénicos.
De todos modos,  siempre se comieron genes sin saberlo y  gracias a la gran eficiencia de los sistemas digestivos de los animales y obviamente de los seres humanos; tanto de las proteínas formadas por la información genética como los propios genes o sea los ácidos nucleicos (DNA), sólo quedan ladrillitos que son los aminoácidos o las bases nitrogenadas que forman el DNA. 
Como cualquier ladrillito que viene de otras fuentes, estos sirven para hacer las nuevas moléculas de cada individuo de cada especie, tal como lo enseña la más elemental bioquímica  En otras palabras la modificación genética tuvo que ver con el desarrollo del vegetal en si y no con los productos que luego sirven para la alimentación de los animales y luego de los seres humanos.
Esto parece muy claro pero cuando uno trata de explicar estos hechos a profanos la pregunta inmediata es : ¿podemos consumir los productos transgénicos sin riesgo?. Uno debe decir que sí, pues infinitamente peor es que no exista cadena de frío o consumamos yogures con fechas vencidas.
Lo que mucha gente no sabe es la cantidad de tiempo de prueba que hay que hacer para aprobar un transgénico que son entre seis y diez años pues los problemas son otros, como una polinización cruzada que transfiera caracteres genéticos a especies no deseadas o eventualmente a la formación de proteínas que pueden ser alergenos, pero que por otra parte se podrían formar también sin la participación de la modificación genética.
En Argentina la CONABIA (Comisión Nacional de Biotecnología) hace esta tarea con eficacia, aunque según un lobby formado por diversas cámaras empresariales,  se queja de una cierta morosidad en aprobar nuevos cultivos transgénicos. 
Este Grupo Biotecnología, que está en contra de las supuestas críticas ecológicas, está formado por la Coordinadora de Industrias de Productos Alimenticios (Copal), Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la Asociación de Cámaras de Tecnología Agropecuaria (ACTA) y el Foro Argentino de Biotecnología-esta última formada por científicos, entre otras entidades. 
La Argentina es el segundo país del mundo, el primero es EEUU, que posee la mayor área cultivada con vegetales transgénicos. El 90 % de la soja, principal cultivo del país es trnasgénico. En maíz se alcanza un 10 a un 15%. Como se ve para los intereses de nuestro país es un tema de mucha trascendencia.
Respecto del etiquetado,  en una reciente rueda de prensa el Presidente de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa, Victor Trucco ha manifestado  que “no se puede disponer el etiquetado obligatorio con información que puede confundir al consumidor”. 
Estos últimos datos los he obtenido de informaciones periodísticas del diario La Nación, pero en una reunión que tuve oprtunidad de concurrir en el mes de octubre con la participación de especialistas nacionales y estranjeros también hubo opiniones contrarias al etiquetado  y a otras críticas que reciben los OGM.
Como anécdota final, en dicha reunión se entregó una lapicera hecha con almidón de maíz de plantas transgénicas de este cereal, que permiten que con este material se obtenga un plástico biodegradable, a diferencia de los fabricados con recursos petroquímicos. Entonces se dijo, que no habría oposiciones pero alguien comentó que capaz que los intereses petroquímicos algo inventarían para desprestigiarla. 

(*) Profesor Titular Efectivo D.E del Departamento de Biología Molecular de la FCEFQN de la UNRC y Coordinador Adjunto de la Maestría en Biotecnología de la FCEFQN...

La revolución verde y la persistencia del hambre
 
 

por Ing. Agr. Claudio Demo *

“...El mundo ha vacilado entre el temor a dos catástrofes: la explosión demográfica y las bombas nucleares, ambas son amenazas mortales. En estas situación intolerable, con la amenaza del día final pendiente sobre nosotros, el Dr Borlaug aparece en el escenario del mundo y corta el nudo gordiano, dándonos una esperanza bien fundada, una alternativa de paz y de vida....La revolución Verde...”

   Con estas palabras la Sra. Aase Lionaes, presidenta del Parlamento Noruego, concluía la presentación del Nobel de la Paz 1970. Fundándolo en la expectativa que la Revolución Verde multiplicara los panes para acabar el hambre del mundo, así los campesinos ya no se verían envueltos en conflictos por acceder a la tierra. 
Este discurso, no sería comprensible sin referenciarlo al contexto de la supuesta “Guerra fría” de los 60’ – 70’. El conflicto de Vietnam en  pleno apogeo, China Popular ingresaba en su revolución cultural, Cuba se declaraba socialista y por todos los rincones de Latinoamérica, Africa y el sudeste asiático florecían insurgencias guerrilleras campesinas. El “socialismo real” se propagaba como reguero de pólvora, siguiendo las luchas por la Tierra, que emprendían los despojados del mundo.
La situación descripta, permite entender claramente el interés de los países capitalistas desarrollados por “ayudar” a las regiones en conflicto o próximas a él. No debemos olvidar la hipótesis del “efecto dominó”, al cual responsabilizaban del “contagio” revolucionario, ante lo cual desplegaron una agresiva campaña publicitaria tendiente a frenar el avance del socialismo, con la Revolución Verde como emblema.
El metadiscurso era sencillo –No tiene sentido sumarse a la revolución “roja” para acceder a la tierra, ya que mediante la revolución “verde” pueden lograr garantizar mejoras en sus vidas sin muertos ni sufrimientos. Solo basta sembrar las semillas mágicas de la Revolución Verde,...aplicar su paquete tecnológico y los panes se multiplicarían.
Pues bien, pero en qué consistía este milagro, qué finalmente iba a traer la paz al mundo? Conceptualmente la Revolución Verde era un conjunto de técnicas “modernas” surgidas de la concepción cultural europea/científica, cuyos ejes principales son la artificialización, uniformación, subsidio energético y fragmentación de los ecosistemas. Destacándose entre sus componentes técnicos, la motomecanización, uso de fertilizantes y pesticidas químicos, cultivos monoespecíficos, híbridos o variedades puras y el riego mecanizado.
 Los elementos técnicos mencionados eran conocidos desde muchos años antes, solo que su aplicación era parcializada y tenían algunas limitaciones que no les permitían superar cierto techo de producción, tal el caso del “vuelco” del trigo cuando se lo fertilizaba y regaba. En verdad, el mérito de Bourlag, y razón por la cual se lo premio, fue el de dirigir la institución (CIMMyT1) que encontró que los trigos cruzados con la variedad “enana” Norin de Japón, permitía aplicar dosis crecientes de fertilizantes y riego sin “caerse” y duplicar o triplicar los rendimientos. Lo cual finalmente permitió aplicar todo el “paquete tecnológico” en un mismo cultivo.
La denominación “Revolución Verde” comenzó a emplearse en la década del 60’, aunque la lógica de producción que representa había comenzado a difundirse agresivamente desde fines de la Segunda Guerra Mundial, en el marco de la ayuda de los EUA a los países “subdesarrollados”. Tal el llamado de Harry Truman, a “...embarcarnos en un audaz programa nuevo para poner a disposición los beneficios de nuestros avances científicos y progreso industrial para la mejora y crecimiento de las áreas subdesarrolladas....El viejo imperialismo –la explotación para el beneficio foráneo- ya no tiene lugar en nuestros planes...” (al asumir la presidencia de EUA en 1949).
Estos “avances” tecnológicos no eran otra cosa que el reciclaje de la poderosa industria norteamericana que había crecido a la sombra de la guerra y que en tiempo de paz, debía cambiar de oferta. Así, las fabricas de tanques de guerra se convirtieron en fabricas de tractores, las de armas químicas en herbicidas e insecticidas y las fabricas de nitratos para explosivos, en fabricas de nitratos para fertilizantes.

...La rápida difusión de la Revolución Verde, por todo el planeta puede entenderse a partir del “Desarrollo” que ya venía siendo impulsado por los EUA desde la posguerra y cuyo desencadenante debía ser el aumento explosivo de la producción primaria. Lo cual les permitiría generar excedentes financieros para apoyar el proceso de industrialización, y expansión de la economía en el camino de alcanzar una calidad de vida al estilo “americano”. Es decir, la “nueva” tecnología agropecuaria iba a ser el empujón inicial para poner en marcha el “desarrollo”.

Una breve evaluación de la Revolución Verde:
Si bien la Revolución Verde fue sólo un fragmento de un proceso mucho mayor, que es el de la globalización del “modo de vida (norte) americano”, a ella se le atribuye gran parte de la responsabilidad en la crisis socioeconómica y ambiental del planeta. De hecho el nuevo paradigma del Desarrollo Sustentable, en muchos casos es fundamentado a partir del caos ambiental y la problemática social causado por la misma. 
   Los efectos, sobre los que hay más acuerdo, son los profundos procesos migratorios del campo a las ciudades, la polarización económica a nivel rural, la aparición de fuertes procesos destructivos de los recursos naturales, la contaminación química, por pesticidas y fertilizantes, y la profundización de la dependencia de los países subdesarrollados.

La difusión de la agricultura “tipo” Revolución Verde trajo aparejado la expulsión de vastos sectores de población rural, principalmente aquella de características familiar tradicional de autoabastecimiento y que estuviera localizada sobre terrenos aptos para la “nueva” agricultura. Algunas viejas inequidades en la distribución de la tierra y el ingreso al sector de “nuevos agentes” muchas veces provenientes de actividades urbanas, fueron las bases de la concentración de las tierras y la expulsión de mano de obra, mediante la “tecnificación” de las tareas.
El proceso de “modernización” de la agricultura tuvo consecuencias diferentes según las condiciones económicas de los países, mientras que en los “desarrollados” constituyó la potenciación de su industria, al disponer más mano de obra, en los “subdesarrollados”, aportó al engrosamiento de los cordones de pobreza de las grandes ciudades y al repliegue de la población campesina hacia sitios no aptos para la agricultura moderna, como bosques, selvas, montañas, etc..
Su ingreso en los países subdesarrollados, fue estructurando la economía dual, que hoy podemos observar. Por una parte, pocos y grandes establecimientos empresariales que aplican el último dictado de la tecnología “moderna”, para disminuir costos (mano de obra) y por el otro, grandes masas de campesinos que subsisten con tecnologías mixtas o tradicionales. Aunque, debe destacarse que, la concentración de tierras no es patrimonio exclusivo de los países subdesarrollados, por ejemplo EUA ha tenido una concentración de tierras tan grave como Argentina.
Los efectos más estudiados de la Revolución Verde son los referidos a su impacto ambiental, donde se le atribuye la desertificación de 6 millones de has./año, producto de la erosión, salinización y deforestación. La sustitución de los ecosistemas naturales por cultivos monoespecíficos exóticos, junto a la deforestación masiva, trajo aparejado una grave pérdida de la biodiversidad representada en la extinción de entre un 3 y un 9 % de las especies que tenía el planeta hace 100 años.
Asimismo la utilización de pesticidas y fertilizantes, han contribuido a la degradación ambiental por extinción de especies o ruptura de cadenas tróficas que convirtieron, a inofensivas especies, en feroces plagas. En algunas regiones, de alto consumo de fertilizantes, también se reportan importantes casos de contaminación de napas y atmósfera, por residuos y volatilizaciones de los mismos, como así también la eutrificación de lagunas con su consecuente muerte total.
Otro efecto reconocido ha sido la profundización de la sumisión de los países subdesarrollados ya que se generaron fuertes dependencias en la provisión de repuestos e insumos para las maquinarias agrícolas y en los pesticidas que fueron haciéndose cada vez más imprescindibles, en la medida que se aumentaba el numero y gravedad de las plagas. Por otra parte la sustitución de la agricultura familiar de autoabastecimiento, por la agricultura comercial de exportación, incrementó la dependencia de la demanda externa.
Los defensores de la Revolución Verde y actuales impulsores de la versión II, que se basaría en los transgénicos y la agricultura de precisión apoyada por satélite, siguen sosteniendo que su gran mérito fue duplicar la producción de alimentos en un término de 25 años. Esta afirmación, también es cuestionada por numerosos autores ya que encierra algunas medias verdades.
Lo cierto y objetivamente observable, es que las estadísticas mundiales registraron un notorio incremento de la oferta granaría per capita a nivel mundial, lo cual no es literalmente idéntico a afirmar que se aumentó la producción de alimentos ni  mucho menos que se mitigó el hambre del mundo. Dada la sustitución de agricultura de autoabasto, cuya producción no aparecía en las estadísticas, por agricultura “moderna” de producto casi enteramente ofertado al mercado que aparece en las estadísticas, es muy difícil afirmar, que en verdad hubo tal incremento de alimentos per capita. Igualmente ésta afirmación, del aumento de producción, es cuestionada desde el punto de vista del balance energético, ya que la agricultura “moderna” es reductora de energía, es decir que por cada caloría cosechada como grano ha insumido 15 o 20 provenientes de petróleo. Mientras que la agricultura “tradicional” cosecha 2 o 3 calorías en alimento, por cada caloría  insumida al producir.  En el mejor de los casos, se ha registrado un aumento de alimentos a costa de quemar  reservas de petróleo, el cual es un recurso no renovable.
Pero, tal vez, el análisis más contundente sobre el supuesto éxito de la Revolución Verde, es el que ofrece Peter Rossett, quien demuestra mediante estadísticas oficiales que en verdad no se le puede atribuir a ésta, el mérito de haber reducido el hambre mundial, sino a China que lo logró siguiendo precisamente el camino que la Revolución Verde pretendía evitar para el resto del mundo. Ya que si bien cuando evaluamos el hambre a nivel mundial hay una leve disminución porcentual, entre 1970 y 1990, al hacer el mismo análisis excluyendo a China, vemos que los hambrientos crecieron un 11%.  Es decir que el mérito de la mejora mundial no se debería específicamente a la Revolución Verde sino a la revolución China que paso de 406 a 189 millones de hambrientos en ese período, en todo caso usando técnicas de la Revolución Verde, pero también los conocimientos ancestrales de las granjas integradas y por sobre todo la reforma agraria.
 Lo que queda a las claras es que la utopía de un mundo sin hambrientos no estuvo más cerca a partir de la Revolución Verde. Estuvo muy lejos de cumplirse el deseo de la Sra. Lionaes cuando afirmaba que “...Muchos países de antiguas culturas, que hasta la época moderna han sufrido los embates recurrentes del hambre, pueden ahora ser autosuficientes en su producción de trigo. Se liberarán así de una humilde y larga dependencia de las llamadas naciones ricas para conseguir el pan de cada día...”.

1 Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y Trigo. Organismo financiado por la Fundación Rockefeller en el marco de la ayuda de los países “Desarrollados” a los “Subdesarrollados”, con sede en México.

(*) Ing. Agr. Claudio Demo, docente de la Facultad de Agronomía y Veterinaria - UNRC

El negocio de los plaguicidas
 
 

por Master Daniel Agüero *

El proceso de carácter multidimensional denominado Globalización, originado en   cambios tecnológicos y económicos, establece una  creciente interdependencia de los países, promovida por el aumento de flujos financieros, económicos y comunicacionales.
Es a través de este proceso que por primera vez en la historia, un bien puede generarse en cualquier parte del mundo y venderse en todas partes, esto significa para el sistema capitalista producir un bien o realizar una actividad en  donde es más barato y vender los productos o servicios donde los precios sean más altos con el fin de maximizar ganancias.
En este escenario surge la opinión de algunos organismos internacionales que plantean la necesidad de aprovechar los diferentes cambios tecnológicos con el fin de incrementar la producción de alimentos para satisfacer los requerimientos nutricionales de una población mundial creciente, aunque podamos sostener con total fundamento que el mundo en realidad está sobrealimentado si aceptamos que necesitamos entre 2350 y 2750 calorías y unos 60 gramos de proteínas y asumimos que los alimentos  se distribuyen equitativamente. Se calcula que cerca de del 20% de la población mundial( unos 1200 millones de personas) esta subalimentada y que cerca del 10% viven en indigencia, según los establecido por el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas(PNUD).
Además para complementar este diagnóstico, el economista indú Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, llega a la conclusión que en estos casos el hambre no se debió a la falta de alimentos, sino que obedece a la falta de capacidad adquisitiva de alimentos por parte de aquellos que padecieron hambre o resultaron desnutridos.
Por lo tanto, el hambre no es el resultado de la falta de producción sino de la ausencia de capacidad para adquirir alimento. Los 1200 millones de personas subalimentadas se encuentran en esa situación porque no poseen la capacidad de producir o adquirir suficientes alimentos y no necesariamente porque no haya suficiente oferta en el mercado.
En consecuencia y en coherencia con este paradigma planteado desde entidades internacionales, suceden crecientes cambios tecnológicos en el mundo. Para analizar sus efectos consideramos adecuado utilizar  el concepto de subsistema que supone un marco analítico particular del espacio económico que, asentado en relaciones técnicas de producción, posibilita el desarrollo de relaciones directas de acumulación que producen y reproducen poderes económicos asimétricos entre las empresas intervinientes.
Estas relaciones directas entre los agentes conducen a reproducir las heterogeneidades entre empresas y productores y a la conformación de estructuras jerárquicas de capitales. En consecuencia, las estrategias de determinados agentes, en búsqueda de mayor eficiencia y competitividad, conducen al desplazamiento de competidores y a la generación y apropiación de ganacias superiores e imprimen la dinámica de acumulación al sistema.
En este sentido, la carrera por ganar espacios en el negocio de la biotecnología y el desarrollo de nuevos productos provocó, en  los últimos años a nivel mundial, una cantidad de fusiones entre empresas, cuya intensidad e impacto en la agricultura aún no han decaído.
Un ejemplo es el establecido en el mercado mundial de agroquímicos  que supera los 20.000 millones de dólares donde el negocio se reparte prácticamente entre diez empresas, siendo DuPont, Astras-Zeneca, Novartis y Monsanto las que concentran la mayor proporción, pero con la importante aclaración que estas compañías son justamente las dueñas prácticamente de todo el mercado de las semillas  transgénicas.
Este tipo de semillas presenta una productividad decreciente y cuyo el efecto final es que si el productor quiere mantener la misma debe comprar semilla para cada siembra en vez de utilizar parte de la cosecha del período anterior, justificándose esta técnica con el argumento emergente de la rentabilidad del desarrollo tecnológico, pues de esta forma se garantiza el retorno de la inversión y la razón económica es evitar que después de la cosecha, la innovación quede en manos de los productores y por ende quien comercializa el paquete “ semillas + agroquímicos” ingresa en el circuito de acumulación agraria participando de los mayores rindes obtenidos y su correspondiente mayor ganancia.
Según Pablo Levín, la capacidad del capital tecnológico de renovar técnicas y procesos permite obtener ganancias extraordinarias, mientras que los capitales agrarios más simples, al perder la capacidad de producir nuevas técnicas productivas, quedan limitados en su gestión y jerárquicamente subordinados y su permanencia en el mercado depende de la velocidad de adopción de las nuevas técnicas, las cuales sólo pueden reproducir ya que la producción de las mismas quedaron reservadas a las empresas multinacionales, dueñas del negocio de agroquímicos y semillas transgénicas.
En este escenario, los agroquímicos, nutrientes, semillas y fármacos en el mundo están tan íntimamente relacionados que los cambios en una industria pueden afectar de forma irreparable el desarrollo de la otra, y por ello las grandes compañías realizan fusiones de complementación que les permiten dominar toda la gama de insumos para la producción agraria con el objeto de captar el mayor excedente económico en el sector.
Para que tal proceso se manifestara en Argentina, la expansión del mercado de agroquímicos y fertilizantes necesitó de algunas condiciones básicas como: la eliminación de las retenciones al agro, la recuperación parcial de los precios de  granos y la apertura de las importaciones, que permitió el ingreso masivo de tal  tecnología.
La mayoría de las empresas que conforman esta industria son transnacionales que se encuentran en un decidido proceso de concentración a nivel mundial, donde las fusiones apuntan a una complementación estratégica entre industrias agroquímicas por un lado y criadores de semillas y laboratorios de biotecnología, por el otro.
Al ser empresas internacionales con un fuerte perfil en investigación e innovación, no sorprende que el 90% del consumo nacional en estos insumos sea cubierto por importaciones.
En materia de agroquímicos, en los últimos años se generalizó el uso de herbicidas no selectivos que combinados con variedades de semillas genéticamente modificadas hicieron crecer este segmento más del 40% en volumen y de 25% en valor.
Pero a pesar de este crecimiento, Argentina no es un consumidor intensivo de agroquímicos, ya que el mismo se estima en 750 gramos por hectárea, mientras que en Estados Unidos es de 2.5 Kgs. y en Europa mayor a 6 Kilos por hectárea, y en consecuencia a nuestro país se lo identifica como un mercado potencial con condiciones excepcionales para abastecer.
Esto ha conducido  a que el mercado de los fitosanitarios haya crecido en la ultima década a una tasa del 20% anual, duplicando la tasa a la cual creció el país, mientras que la producción nacional de cereales y oleaginosas a experimentado una tasa promedio del 7.5% . Entre los cultivos que más incrementaron su producción encontramos al maíz y la soja, justamente los más vinculados al paquete “ semillas + agroquímicos”, y los cuales a su vez, han visto decrecer sus precios en la actualidad un 30% con respecto al promedio de la década en virtud del notable aumento de la producción mundial.
Esta situación en nuestro país ha generado que los productores agropecuarios observen cómo, a pesar del incremento de su productividad y en virtud de la caída de precios, se genere un aumento notorio en el nivel de endeudamiento y  una caída importante en la rentabilidad de sus establecimientos.
Por otra parte, a pesar que el año anterior no fue bueno para el país ni para el sector,  en promedio la rentabilidad sobre ventas en el mismo fue de 1.01%, mientras que las empresas de agroquímicos/laboratorios lograron una rentabilidad próxima al 3%, triplicando los beneficios logrados por el conjunto de las empresas que participan en el sector agropecuario y, además, fruto de la apertura, las privatizaciones y la transnacionalización productiva, se produce un aumento de las importaciones del orden del 25% de sus insumos, lo que provoca una ruptura en el encadenamiento productivo con empresas locales y se observa como firmas transnacionales como Monsanto y Novartis presentan un elevado déficit de comercio exterior que supera los 500 millones de dólares, lo cual determina un flujo importante de divisas hacia el exterior.
En síntesis, en el mercado de agroquímicos estamos en presencia de un proceso mundial de permanentes fusiones donde las empresas transnacionales intentan, a través de la innovación tecnológica que introducen y su poder económico, lograr incrementar su participación en el negocio y por lo tanto maximizar su ganancia globalizadora.
 

(*) Docente de Economía - Facultad de Agronomía y Veterinaria - UNRC
 

 

   
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