Observatorio de Derechos Humanos (UNRC)
Acto por la Memoria, la Verdad y la Justicia. 20 de marzo de 2014
Discurso del rector de la UNRC, Dr. Marcelo Ruiz
Muy buenas tardes y muchas gracias a cada una de las personas aquí presentes. Constituye un honor estar presente con ustedes en este encuentro tan pleno de sentido; ámbito que conjuga, con tensiones pero no con disociaciones, las construcciones académico-científicas, la política como horizonte de sentido, amalgamando teoría y práctica.
Este es momento del ejercicio del recuerdo, de la afectividad necesaria para que la memoria del daño del terrorismo de Estado vaya cesando para dar lugar a la utopía aquí presente que nos abraza en el ahora y también con las generaciones que vienen; cuando hablamos de justicia social, ambiental, de derechos, de derechos humanos, hablamos de actos de amor, de compromiso por las y los otros, en particular con los más humildes, como decía Evita. Nos encontramos aquí en el contexto de las conmemoraciones en torno al Día de la Memoria, de la Verdad y la Justicia.
Saludo y abrazo a cada compañera y compañero aquí presente y a los que no están, a quienes padecieron el sufrimiento que el genocidio de la última dictadura cívico-militar impuso, la cárcel y/o el sufrimiento a través de la pérdida de amigos y familiares. Saludo y felicito a los organismos de derechos humanos, madres, hijos, abuelas, nietos hermanos por su la búsqueda incesante de verdad y justicia; saludo a las organizaciones sociales, a las agrupaciones políticas, a los militantes comprometidos en el trabajo por la plena vigencia de los DDHH, es decir por la emancipación definitiva, por asignarle un nombre.
Eduardo Rosenvaig fue para nosotros un maestro, como lo fue Miguel Boitier, quien seguirá más presente que nunca a partir de este proyecto que se denomina Plaza de la Militancia y que fue presentado y bien explicado por el Secretario de DDHH de la FURC hace instantes. Eduardo Rosenzvaig fue un brillante intelectual, director del Instituto de Investigaciones sobre Cultura Popular de la Universidad Nacional de Tucumán, autor de más de 40 libros, (novelas, cuentos, ensayos), más de 300 artículos en distintos medios, etc. Entre sus libros se encuentra uno que destaca el compromiso en la lucha por la igualdad de uno de los maestros de nuestra hermosa, maravillosa escuela pública argentina, tan maltratada por los proyectos oligárquicos; me refiero al texto “La oruga sobre el pizarrón: Isauro Arancibia, maestro”. Nos invita a conocer a Isauro. El fue maestro y además uno de los fundadores de CTERA. En la noche del 24 de marzo, en el local de ATEP (Agremiación de Trabajadores de la Educación Provincial) en Tucumán, donde Arancibia vivía junto a su hermano Arturo, fue asesinado por los esbirros del Terrorismo de Estado de la alianza cívico-militar que lo llevó a cabo. El cuerpo de Isauro Arancibia tenía ciento veinte balazos (y el su hermano Arturo, setenta).
Nos dice Rosenvaig que "Para imponer el proyecto educativo iniciado el 24 de marzo de 1976, se necesitaba la muerte de un maestro. Para legalizar el desguace de la Nación, y miles de millones de dólares desaparecidos, se empezó robando a ese mismo maestro un par de zapatos nuevos. Si a las nuevas generaciones debe educárselas en la dignidad, se requiere no poner una bandera de remate sobre los recuerdos. Esta es la vida apretada de un maestro, Francisco Isauro Arancibia, al que se robó el par de zapatos. Por eso casi no es un libro, es un intento de rescatar de los forajidos los zapatos robados. Para entonces retornarlos. No es justo que un maestro ande descalzo por el cielo".
“Crónica militante de una lucha colectiva”, el libro de Juan Muzzolón que presentaron de manera tan clara el coordinador del Observatorio de Derechos Humanos Hernán Vaca Narvala y la directora de la Editorial UniRío Elena Berruti (gracias y a todos los trabajadores de la editorial y de la imprenta) y el propio autor. Es un texto que contribuye a construir puentes entre colectivos que abrazan la emancipación como marca de época, transcendiéndola para convertirla en utopía siempre viva.
Juan Muzzolón nos cuenta una historia colectiva desde el asombro y el recuerdo desgarrador de una dictadura cívico-militar que asesinó a miles de jóvenes de su generación. Genocidios que descuartizan una y otra vez a Tupac Amaru por desafiar a quienes provocan la desigualdad y la explotación para mantener sus privilegios. La vida se sobrepone y vence a la muerte en la memoria.
A las condiciones económicas, sociales y culturales que impone el grupo de poder y las múltiples formas de opresión de los pueblos en Nuestramérica, se opone el compromiso transformador y la acción emancipadora del colectivo militante. Crítica y transformación colectiva definen procesos de intervención sobre la “realidad” que la desbordan porque ensanchan el horizonte de lo posible. Allí está Juan, entre miles de jóvenes, hombres y mujeres que comparten los condicionamientos de la historia y al mismo tiempo abren los surcos del mañana, siempre insospechados.
Juan joven, adulto, joven… La utopía se impone a la desmemoria y la vida vuelve, renace en un nuevo proyecto emancipador que transforma la injusticia en igualdad, el despojo en bien común.
Hoy somos protagonistas de construcciones nacionales con hegemonías populares en código de Patria Grande; defendamos lo que hemos ganado y profundicemos las transformaciones; sin democracia profunda el genocidio se reitera en sus múltiples formas.
Nuestra universidad no es una casa ni es un objeto, es un proceso, es vida; si la universidad es crítica debería estar en las antípodas de cualquier intento de restauración conservadora. Hoy continuamos tendiendo puentes; la excelente producción audiovisual “La universidad que no queremos”, de Eduardo Aguirre y el equipo de medios, da cuenta de puentes y de proyectos, y de una universidad que sí queremos, una universidad poblada por el pueblo y comprometida con su pueblo, como dirían el Che, Allende y Cooke.