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Observatorio de Derechos Humanos (UNRC)

Homenaje a ex presos políticos y veteranos de Guerra de Malvinas

Discurso del Coordinador del Observatorio de Derechos Humanos de la UNRC, Lic. Hernán Vaca Narvaja


En la década del ´70, américa latina vivió uno de los procesos más convulsionados de su historia. Inspirados en el mayo francés y la revolución cubana, miles de jóvenes idealistas apostaron a un cambio revolucionario que cambiara de raíz la situación de exclusión social, injusticia y autoritarismo imperante en la mayoría de los países del continente.

La respuesta a ese proyecto revolucionario fue despiadada: inspirados en la doctrina de la seguridad nacional, las prácticas fascistas del ejército francés en argelia  y el consenso de washington, se instauraron en américa latina una serie de regímenes autoritarios que procuraron no sólo aniquilar a las fuerzas revolucionarias del continente, sino fundamentalmente sentar las bases de un modelo económico dependiente y funcional a los intereses geopolíticos y económicos  de los estados unidos.

En argentina, el saldo de aquél esquema perverso fue terrorífico: 30.000 desaparecidos, miles de presos y exiliados políticos y centenares de niños nacidos en cautiverio, que fueron arrancados de los brazos de sus madres cautivas en los campos de concentración y condenados a vivir en la mentira y el engaño, con una identidad falsa y educados por los propios asesinos de sus padres o sus cómplices civiles.

En 1977, cuando se cumplía un año del cruento golpe militar, el periodista rodolfo walsh escribía: “estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones a los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Otro saldo luctuoso que dejaría la sangrienta dictadura cívico militar en la argentina sería la traumática experiencia vivida por una generación integrada por jóvenes que en los albores de los años ´80 apenas tenían 18 años.  Eran muchachos que empezaban a asomarse a la vida adulta y, de pronto, se encontraron en un inhóspito frente de batalla, combatiendo sin armamento apropiado a una potencia mundial, enfrentando a soldados profesionales con una instrucción militar insuficiente, mal alimentados, mal vestidos y comandados por los mismos valientes que en su país torturaban a prisioneros indefensos, tiraban a sus prisioneros vivos al río de la plata y robaban los bebés de las mujeres cautivas.

Nuestros queridos soldados de malvinas fueron reclutados por las mismas fuerzas armadas que usurparon el poder en la argentina para imponer políticas de hambre y exclusión social en beneficio de unos pocos. Y que cuando se les terminó el mundial de fútbol y la protesta social amenazaba con desbordar la interminable mordaza que atenazaba al país, no tuvieron mejor idea que embarcar a una generación inocente en una guerra absurda, una aventura que, enancada en un histórico y justo reclamo de soberanía, tenía por objetivo prolongar su propia estadía en el poder.

Ya lo había intentado desde el tercer cuerpo de ejército el general luciano benjamín menéndez, alias la hiena, cuando, envalentonado por el sometimiento de miles de víctimas en sus campos de concentración, pretendió declararle la guerra a nuestros hermanos chilenos, sometidos también a una dictadura militar igualmente atroz, la de augusto césar pinochet, el cobarde dictador que depositaba en  suiza los generosos dividendos que le dejaba la brutal represión de sus conciudadanos en el país trasandino.

Quiso el destino que fuera otro menéndez, mario benjamín, primo de luciano, el que enterrara para siempre los delirios de grandeza de los dictadores argentinos al rendirse mansamente ante las tropas inglesas.

Las dudosas proezas de nuestros militares en la mal llamada “guerra sucia” contra la subversión no se repitieron cuando tuvieron que enfrentar al enemigo en una guerra “limpia”. Pero después actuaron igual. Cobardes e incapaces de asumir su responsabilidad, intentaron silenciar a sus víctimas mediante la extorsión y el miedo, con la complicidad de la jerarquía católica, el poder económico y la justicia.
Los ex presos debían olvidar a sus verdugos.
Los ex soldados tenían que olvidar lo que vieron en malvinas.

Dice osvaldo bayer en el prólogo del libro hojas de ruta, de gustavo pirich: “nos imaginamos cómo se deben haber sentido manoseados, denigrados los soldados que volvían derrotados, no tanto por las armas de los imperialistas de thatcher, sino por sus superiores uniformados y civiles aliados de estos”. Y agrega el propio pirich, sobreviviente de malvinas: “es que tanto en el genocidio como en la guerra de malvinas, para militares y civiles que los protagonizaron, el peor enemigo es la memoria de los sobrevivientes”.

Ustedes, ex presos, ex soldados de malvinas, son los sobrevivientes del horror. Eso sólo los hace merecedores de este homenaje. Pero no es ese el espíritu que nos llevó a convocarlos hoy, cuando nuestra joven democracia cumple 30 años. Lo que nos reúne a todos  hoy aquí es la gratitud. Nuestra gratitud hacia ustedes, sobrevivientes, víctimas, sí, pero también constructores de futuro.

Fueron sus valientes testimonios los que nos permitieron, 30 años después, que los genocidas paguen finalmente por sus crímenes.
Son sus luchas las que nos llenan de orgullo y reivindican las utopías de la generación ausente.

Son ustedes, queridos ex presos, queridos ex combatientes de malvinas, los que nos impiden olvidar y, sobre todo, los que nos ayudan a construir sobre el fértil terreno de la verdad, la memoria y la justicia.
Son ustedes, compañeros, además de víctimas, los más valientes, generosos y auténticos constructores de la memoria colectiva de los argentinos.

Muchas gracias.