Inicio / Noticias
Convicciones sostenidas contra viento y marea

Eduardo Pavlovsky es Doctor Honoris Causa de la UNRC: tributo a un hombre que ha hecho de la lucha un arte vital

05 de Noviembre de 2010 - “Esto me ha conmovido mucho, nunca escuché esto de mí”, expresó agradecido Eduardo Pavlovsky, Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Río Cuarto, respecto del contenido de la resolución 152 de Consejo Superior y los discursos del vicerrector Aníbal Bessone y del decano de Ingeniería, Pedro Ducanto.

“Destacado profesional de la medicina y la psicología”, “luchador por los derechos humanos”, “fundador del psicodrama en Latinoamérica”, de “calidad profesional y humana” fueron algunos de los conceptos con los cuales la UNRC reconoció a quien ligó terapia y arte. A quien abordó temas como la tortura sin por ello renunciar a la belleza. A quien a los 77 años sigue apostando por el conocimiento y el amor.

Acompañado en el estrado por el vicerrector Bessone; los decanos Roberto Tafani, de Ciencias Económicas; Gladys Mori, de Ciencias Exactas; Enrique Grote, de Ciencias Humanas; Pedro Ducanto, de Ingeniería, y el secretario Académico de Agronomía y Veterinaria, Jorge de la Cruz, Pavlovsky recibió la medalla, la carpeta de reconocimiento y un cuadro del pintor local Haroldo Cortez.

Consustanciado del entorno

Ducanto puso de relieve que Pavlovsky es “de las personas que analizan y representan la realidad que los circunda”. Su hacer “queda embebido de lo que pasa” y “no pueden desarrollarse sin mirar el entorno”.

El decano consideró que “Tato”, como también se lo conoce, ha sido fiel intérprete de temas como la culpa, la venganza, la memoria y el olvido. “Es original en su perspectiva”, al punto de haber hecho referencia a la tortura desde la óptica del torturador en El Señor Galíndez, obra que sufrió un atentado en el Teatro Payró en 1974.

Pavlovsky ya hablaba de lo que vendría en la Argentina. “¿Premonición o percepción intuitiva?”, elogió el decano de Ingeniería, facultad desde la cual se promovió el reconocimiento máximo para el autor de Telarañas, obra prohibida por el gobierno militar en la segunda función, Potestad, Rojos Globos Rojos, entre otras piezas teatrales.

“Compromiso, dedicación y honorabilidad” de quien “trató de mostrar una lectura diferente de la historiografía oficial” fueron otros de los rasgos del nuevo Doctor Honoris Causa resaltados por el decano.

Horizontes superadores

El vicerrector Bessone sostuvo que la distinción marca un camino en tanto reconoce a quienes “abren nuevos y superadores horizontes”. Planteó que “la vida nos coloca en encrucijadas” y obliga a resolver “con sentido teleológico”. Un ejemplo paradigmático es el de Pavlovsky, quien “pudo haberse conformado con ser un psiquiatra brillante”, no obstante lo cual eligió el “compromiso” y por ser un “fermento excitador” que caminó por “el sendero de los sentidos esenciales”. Agregó que “su decisión le significó el exilio como única alternativa de vida” y “a la dictadura le opuso talento y pasión”. Hombre de “elocuente dimensión crítica”, marcó “huellas que no se borran”. Su vida de “empuje, pasión y visión” lo llevó a no abdicar y a orientarse y orientar fundado en “propósitos claros y valores trascendentes”.

Arte en la apertura

Antes de la investidura hubo un aporte que también despertó aplausos. Fue la danza española de Claudia Guerrero, profesora y bailarina, y la voz de Nora Méndez. La gracia de una y la afinada potencia de la otra se complementaron con el piano de Matías Targhetta, que tras sonar español interpretó el Himno Nacional Argentino.

En la recepción de Rectorado Eduardo Pavlovsky destacó que en la vida lo importante son los logros humanos y afectivos

Con suma puntualidad, a las 10.15, minutos antes de ser investido como Doctor Honoris Causa de la UNRC, se presentó Eduardo Pavlovsky en Rectorado, donde fue recibido por el vicerrector, Aníbal Bessone, y autoridades de las facultades y secretarios de la Universidad.

Eduardo Pavlosky llegó acompañado por su esposa. De saco azul, pantalones blancos, camisa blanca y corbata al tono tomó posición en uno de los azules sillones del despacho del rector. Tras una breve presentación protocolar recordó su paso por Río Cuarto hace 9 años cuando expuso su obra Potestad y después expresó: “Estamos muy contentos de estar acá y recibir este homenaje, no lo esperaba, nunca había recibido este tipo de reconocimientos, quizás porque a veces se me ve más como actor que como escritor o viceversa sin tener en cuenta las acciones integrales que uno ha llevado adelante en diversos aspectos de las relaciones sociales”.

Explicó que entre esas actividades sociales está la psiquiatría y rescató que el arte, el teatro, la literatura, le han permitido contacto con la gente porque “un psiquiatra no debe ser un profesional de laboratorio, debe estar en contacto con la gente, con los problemas de ese gente, con su presente cotidiano”.

Pavslosky se recibió de psiquiatra a los 22 años aunque admitió que a los 21 se dio cuenta de que no le gustaba. “Mi madre me dio un consejo muy fructífero –agregó-: ‘Cuando entres en contacto con los pacientes te va a encantar’. Así las cosas se me fueron dando en la vida y a mis años (77) puede decir que más allá de los logros materiales, lo importante en la vida son los logros humanos, afectivos, las experiencias que nos dejan tanta enseñanza”.

Se definió como actor de cine profesional y dijo que se vio “obligado” a participar de las películas donde se interpretaban sus obras literarias. “No podía dejar de actuar”, enfatizó. “No me quejo del cine –subrayó- porque por el cine tengo amistad con gente muy interesante como Pino Solanas”.

Sostuvo que “la edad es un gran reproche para la vida, se sienten con los años las buenas y malas experiencias. A veces tenemos muchos ideales y no podemos alcanzarlos, esto nos decepciona un poco y sufrimos. Quiero repetir que el autor, el actor, el psiquiatra deben estar cerca de estas experiencias de la gente. Ernest Hemingway tenía que estar metido en el frente de la tormenta para escribir y Jorge Luis Borges ni cerca”.

Sobre el fallecimiento de Néstor Kirchner, si bien advirtió que no era kirchnerista, dijo: “Fue un hecho increíble, un hecho impresionante, que me conmocionó, sobre todo la movilización de la juventud que generó, vi una juventud ardiente con ganas de dar lucha. Creo que Kirchner le dio de nuevo sentido cultural y social a la militancia, el sentido de la militancia frente a los grandes problemas sociales. Vi las caras de los jóvenes “filosas” frente a la muerte de su líder, con ganas de luchar”.

Rescató a su vez la figura de Cristina, de quien dijo que pese a sus errores tiene una gran capacidad “aunque no tiene el carisma, la magia que tenían el “Che” y Evita”.

Con la prensa

Tras la recepción de las autoridades Pavlovsky respondió algunas preguntas a la prensa.

Doctor, ¿cómo ve la cultura y al arte en la democracia?

Siempre ciertas artes tienen periodos difíciles como es el caso del teatro, sin embargo, el desarrollo teatral argentino puede presentar en este momento, por ejemplo, doscientas opciones posibles de ver un sábado a la noche en Buenos Aires, algo que los americanos y europeos no entienden. Uno en cualquier calle desconocida de Buenos Aires puede ver teatro. Creo que estamos ante una posible recuperación de la identidad cultural que había perdido el sentido. El teatro en la Argentina tiene una permanente creación que asombra en el mundo.

Usted ha escrito algunas obras que refieren a los derechos humanos, ¿cómo estamos en este aspecto?

Creo que en materia de Derechos Humanos la democracia ha hecho lo más posible. Alfonsín juzgó a los militares algo muy difícil de hacer. Bueno, después encontró algunas dificultades para gobernar y gobernar en el país es muy difícil.

Luego vinieron épocas de “curda” con Menem. El actual Gobierno priorizó los derechos humanos. Creo que más allá de las críticas y de algunas cuestiones que deben verse la democracia ha cumplido en la lucha por los Derechos Humanos y creo que con creses. Hubo luchas muy difíciles como los chicos que fueron sacados, apropiados.

Además son temas que importan a la gente joven. Hace unos días presentamos la obra Potestad en un teatro de Buenos Aires. Es una obra de amplia temática, tuvimos que dar como 20 funciones porque se llenaba de jóvenes, 600 personas por función. Un docente de la facultad me dijo: “Sabés lo que pasa, ellos no vivieron esa historia pero quieren saber, quieren conocer lo que pasó”.

¿Cómo ve la reacción popular ante la muerte de Néstor Kirchner. Se lo rescata por qué murió, es una costumbre argentina?

Bueno, el dolor provoca estas reacciones y no deja ver algunas facetas de su persona que lo distinguían. Claro, es cierto que somos un poco pomposos sobre todo en Buenos Aires, no tanto en las provincias donde hay otros tiempos, acá en Córdoba, una provincia muy culta o en el norte. En cambio el porteño es pomposo y muy competitivo hasta sangrarnos. Imaginemos que hubo gente que tras la muerte de Kirchner se lanzó con unas groserías, como en su momento fue “Viva el cáncer” contra Evita.

La lectura de un hombre que no compra pensamientos preestablecidos

“Por ahí la miraba a mi mujer (Susana Evans) y le preguntaba: ‘¿Estarán hablando de mí?’”, confesó y despertó sonrisas Eduardo Pavlovsky, tras los reconocimientos que recibió. “Al escucharlos me di cuenta de que algo de lo que hice y hago tiene sentido”.

Su valor para decir sin pensar en la corrección política le valió algún reproche de Estela de Carlotto porque “el torturador” de una de sus obras “no era suficientemente monstruoso”. Es que Pavlovsky, quien confiesa haber llegado a abordar este tipo de problemas “desde el arte”, siente que “si el teatro no pasa por las contradicciones humanas queda en una retórica mensajista”.

Anestesia social

Este hombre, ganador de premios como el Molière (Francia, 1989), Prensario (1994) y Argentores y ACE (1995), apuntó que lo aprendido en las instituciones marca. “En las Fuerzas Armadas la tortura era un instrumento de formación, entonces hay que revisar qué se enseña”. Conciente de la influencia de los entornos sociales en las acciones individuales, citó al libro “Los verdugos voluntarios de Hitler”, que consigna que “los tenientes no estaban obligados a matar judíos”. Si lo hacían era porque “la infiltración de la subjetividad estaba desde mucho antes, 1890, 1900, cuando “había 2 mil fascículos antisemitas” en Alemania y alrededores.

De allí a la complicidad civil, “que también hubo en Argentina”, apenas un paso. El que bien se ha estimado representa el personaje de Sara en El Sr. Galíndez. Sara les prepara la comida a los torturadores, cuya tarea conoce y cerca de la cual convive. Lo suyo no es preguntar, simplemente hacer lo que le toca.

Sobreviviente

Fruto del talento y la perseverancia, la capacidad narrativa y la creativa búsqueda de soluciones de Pavlovsky se hizo evidente cuando contó cómo se salvó de morir en 1978, cuando un grupo paramilitar invadió su hogar. “Estoy acá por una puerta, porque logré saltar y cruzar a otra casa”. Salió y en la comisaría, adonde denunció que “había encapuchados con mis hijos en casa”, pidió hablar con su abogado. Llamó por teléfono y dijo: “Raúl, estoy acá con el comisario, ¿cómo se llama? Y así lo iba comprometiendo cada vez más al comisario. ‘Hay gente en mi casa”. “Claro –siguió-, en ese momento Alfonsín se ocupaba de hábeas corpus, de derechos humanos”. Esa llamada que aparentaba ser al ex líder radical pero fue “a mi hermano” movilizó a los efectivos policiales al hogar de Pavlovsky. Allí “hubo algún arreglo entre la policía y los encapuchados, que después llegaron a la comisaría”.

Al rato, “me dijeron que me fuera caminando por Cabildo”. “No sabía por dónde vendría el balazo”, pensó Pavlovsky mientras recorría el pasillo. No hubo balazo. Sí, destrucción de su vivienda. Lo que siguió fue tener que “vivir exiliado en Buenos Aires”, luego “en Río y en Madrid”.

Socialización

Pavlovsky está leyendo un libro acerca de “qué pasaba en la Rusia de Stalin en la familia”, otro botón de muestra de su interés por la incidencia de los grandes marcos sociales. “Lo que hacían era increíble”, cuenta. Para deshacer la familia, el partido enviaba a trabajar a “la madre a 300 kilómetros y el padre, a 1500”. A los chicos “los educaba la comisión del partido comunista” y en menor medida, la abuela. Entonces, estaban “más impregnados por el partido que por las ideas religiosas de la abuela”.