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Reflexiones sobre el Día de los Derechos Políticos de la Mujer en la Argentina

Todas las voces, todas las mujeres por el voto femenino

26 de Septiembre de 2019 - Las investigadoras del CONICET, Adriana María Valobra y Silvana Palermo, trazan un amplio mapa federal con los nombres de las muchas mujeres protagonistas que lucharon por el voto femenino en la Argentina. A continuación un resumen de la entrevista realizada por Alicia Martínez Pardíes a dichas científicas. La nota fue publicada en el link https://www.conicet.gov.ar/todas-las-voces-todas-las-mujeres-por-el-voto-femenino/

Hay una imagen icónica que vuelve, rediviva, cada vez que se habla del voto femenino: Eva Duarte, pálida y demacrada, acostada en una cama del hospital, donde lucha contra el cáncer que la llevó a la muerte, con apenas 33 años. Eva intenta esbozar una sonrisa mientras deposita su voto en una urna que le alcanzan, el 21 de noviembre de 1951.

Sin embargo, y aunque fue durante el gobierno de Juan Domingo Perón que fue promulgada la Ley 13.010 -23 de septiembre de 1947-, antes de Eva y su notable importancia en el proceso para sancionar esa ley, hubo un fuerte movimiento sufragista protagonizado en especial por mujeres, como Julieta Lantieri y Alicia Moreau de Justo, entre muchas otras.

¿Quiénes fueron las muchas mujeres protagonistas del proceso sufragista que devino en el voto femenino?

“Antes de contestar, quisiera expresar una idea sobre esa imagen icónica que, no obstante, se contrapone con otra, la de la campaña del voto donde una Evita de pie deposita su voto en una urna, sonriente, erguida, tan contrastante con la otra que mencionás: ambas forman parte de lo que llamo el proceso de evitización de la ley de derechos políticos”, responde Adriana ´Indi´ Valobra, Investigadora Independiente del IDIHCS-CONICET, Directora del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género-UNLP.

Por otra parte, el hecho de que junto a Eva se evoquen otros rostros asociados a la causa del sufragio femenino, habla de la perdurabilidad de otras memorias, poco maleables, poco dispuestas a subsumirse o ser subsumidas al por entonces discurso oficial. Hay una historia de otras protagonistas, con sus luchas y demandas en la Argentina de fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, que parece conservar sus contornos propios, su nitidez, casi podríamos decir autonomía y, por cierto, su vigencia aún hoy”, reflexiona a su vez Silvana Palermo, Doctor of Philosophy in History (State University of New York at Stony Brook) e Investigadora Adjunta del Consejo.

¿Qué características tuvo el movimiento sufragista en Argentina? ¿Y cuáles sus antecedentes?

Adriana Indi Valobra (Indi): El movimiento sufragista estuvo caracterizado por la heterogeneidad de sus integrantes, partícipes también de otros movimientos o partidos, que se reunieron en función de distintos intereses comunes por la protección de derechos laborales para las mujeres, acceso a la educación, derechos civiles y políticos, entre otros aspectos.

Sus antecedentes más importantes se encuentran en acciones individuales y colectivas emprendidas por tres figuras de muy distinto posicionamiento, pero con causas en común: Julieta Lanteri, Alicia Moreau de Justo y Elvira Rawson. (Dora Barrancos y Asunción Lavrin nos han dado un mapa amplio de su accionar).

Me gustaría ser enfática, además, en una observación crítica respecto de las interpretaciones del movimiento de mujeres de comienzos del siglo XX que lo han inscripto en la primera ola del feminismo y con esa operación lo catalogaron como un movimiento burgués que sólo tenía interés por los derechos políticos y civiles y privilegiaba la demanda por la igualdad.

Esa es una mirada reduccionista que no resiste la prueba cuando se comienza a bucear en las biografías de estas mujeres, la diversidad de sus frentes de lucha, la complejidad de sus estrategias de reclamo y el involucramiento con los movimientos sociales y políticos de su tiempo.

Del mismo modo, la idea del maternalismo como la ideología que todo lo impregnó requiere una revisión y un ajuste en relación con los distintos contextos históricos y quiénes la enunciaron y para qué, e incluso, cuándo las mismas personas prescindieron de esa visión.

Silvana Palermo(SP)

: Por definición es un movimiento cuyas figuras, diversas como recuerda Indi aquí –y advirtieron investigaciones pioneras como las de Dora Barrancos y Asunción Lavrin, entre otras- estaban inmersas en redes y debates que trascendían el marco nacional. Ya fuera en tanto adhirieran a corrientes del librepensamiento, el socialismo, instituciones feministas con centros en Europa y foros panamericanos, lo cierto es que sus credos, modos de organización y actuación pública pueden ser mejor comprendidos cuando reponemos esas conexiones transnacionales.

Hace ya varias décadas, Francesca Miller en un viejo libro sobre las organizaciones de mujeres en América Latina afirmó que la arena trasnacional atrajo a las feministas, y sufragistas, latinoamericanas. Su dimensión internacionalista, sin desestimar las singularidades locales, nos estimula a reconsiderar la supuesta debilidad del sufragismo en el Cono Sur, en Argentina particularmente, un presupuesto que informaba nuestros primeros acercamientos a esta problemática.

Es un movimiento ideológicamente heterogéneo y que se fue transformando al calor de los vertiginosos cambios sociales, políticos y culturales de la primera posguerra -en especial el ascenso del nacionalismo- y las tensiones que la experiencia democrática suscitó a nivel local. Es interesante que, junto a militancia del socialismo, con Alicia Moreau como exponente destacada, a mediados de 1930 se creara un Comité Pro-Voto de la Mujer, liderado por Carmela Horne de Burmeister, cuyo lema era Patria y Caridad, revelador de su alineamiento con fuerzas nacionalistas y conservadoras.

Por último, la defensa de los derechos políticos de la mujer fue una causa sostenida por mujeres y también por hombres, con base en argumentos diversos y motivados por agendas múltiples, que no se reducían o priorizaban sólo el empoderamiento femenino. El maternalismo constituyó un horizonte intelectual ineludible. Pero aquí también, como con agudeza ha planteado Joan Scott en su estudio sobre los derechos de las mujeres en Francia, se osciló entre una defensa de la diferencia -con matices variopintos- y la defensa de la igualdad.

¿Quisieran destacar otras mujeres protagonistas de ese movimiento y por qué motivos?

Indi: Me gustaría destacar a María Abella de Ramírez que tuvo singular presencia en el ámbito de la ciudad de La Plata, donde residía luego de venir de su Uruguay natal. Su pluma posibilitó, hasta donde se sabe, la publicación de la primera revista feminista en nuestro país, concepción así asumida en Nosotras y, luego, en La Nueva Mujer.

Trabajó junto con Lanteri en el movimiento del librepensamiento. Nos debemos aún una buena biografía sobre sus derroteros y el de otras figuras, como las de Sara Justo, Raquel Messina, María Luisa Berrondo, Leonilda Barrancos o Justa Burgos Meyer, entre las socialistas. Y, de otras de raíces más conservadoras, Emar Acosta, la primera legisladora provincial de Argentina (en la provincia de San Juan), o la propia Elvira Rawson, cuyas filiaciones político partidarias aún requieren indagaciones más precisas –algo sobre lo que hemos conversado recientemente con la argentinista Sandra Mc Gee Deutsch-.

También, quisiera mencionar a Ana Rosa Schlieper de Martínez Guerrero, del radicalismo, o a las provenientes de grupos católicos que ha abordado José Zanca. Los nombres que cité, en su mayoría, se movieron en urbes que ya han merecido indagaciones. Sin embargo, las investigaciones sobre Tucumán llevadas adelante por Marcela Vignoli y Vanesa Teitelbaum, o de Bahía Blanca como la de Lucía Bracamonte -por sólo mencionar algunas que abordan este período y el tema de los derechos políticos- muestran un mapa mucho más complejo y rico. La figura de Eva Perón, requiere más estudios.

Sus discursos sobre los derechos políticos, por ejemplo, han sido abordados por Susana Bianchi, Marta Sanchís, Marysa Navarro, Carolina Barry, Mirta Lobato y nosotras mismas. Pero falta saber más sobre las relaciones con organismos internacionales en el contexto de su sanción y aplicación.

SP: Acuerdo con Indi. Del mismo modo, destaco los aportes de la historia social atenta a reponer los rostros y prácticas de aquellas mujeres de las que a veces ni conocemos sus nombres, pero que nos revelan cómo se fueron definiendo y dotando de sentido ciertas concepciones de derechos en tanto ciudadanas, trabajadoras, madres o individuos en la cotidianeidad anónima, más que en la letra de la ley o en la escritura ilustrada. Hay, en este sentido, una labor renovadora de historiadoras pioneras como Mirta Z. Lobato.

Asimismo, estimo que el interés por las representaciones, desde una perspectiva de género, en las industrias culturales de entreguerras -las revistas de tirada masiva, el cine, la radio- también puede ayudarnos a reconsiderar los rasgos del feminismo, en general y, el sufragismo, en particular.

Investigando el lugar de las mujeres en la política electoral, puntualmente en la campaña presidencial de 1916, me sorprendí sobre la cobertura que los magazines o revistas ilustradas, como Caras y Caretas o Fray Mocho, dedican a las mujeres en la política, sus derechos en Argentina y otras partes del mundo. Allí, por ejemplo, hallé las referencias más generosas sobre la incansable labor proselitista de Juana Begino, una poco conocida militante socialista, que sobresale por su activismo en el contexto de la campaña.

Así pues, creo, que si interrogamos con frescura y sin resquemores universos documentales amplios, quizás podamos ampliar una nómina de protagonistas que, más allá de sus credenciales, aún luce numéricamente modesta.

¿Cómo se explica que pasaran 35 años desde la ley que en 1912 otorgó el voto a los varones, y la sanción que les dio el mismo derecho a las mujeres?

Indi: En realidad, si pensamos en el mayor tiempo que debieron esperar otras sufragistas en países donde, incluso, el reclamo es anterior 35 años no es tanto realmente, aunque para las urgencias de algunas sufragistas que, además, no vieron concretarse aquel derecho, entonces, claro, toma otra dimensión en términos subjetivos.

SP: Es verdad que Francia esperó más, pero otros países anglosajones o latinoamericanos menos. En mi opinión, esta pregunta por los años transcurridos entre ambas leyes es valiosa. Su valor no consiste en ponderar si ha sido mucho o poco, finalmente eso es relativo, sino más bien en llamar la atención sobre la reflexión pública que tuvo lugar entretanto.

Para un país orgulloso de su tradición republicana, nacido liberal y en el que se insiste en el reconocimiento temprano de la universalidad del sufragio, la exclusión de las mujeres de la comunidad política nacional obligaba al debate, a la reconsideración. Pienso que así se explica, en parte, la recurrencia de proyectos presentados, por legisladores de distintos signo partidario -radicales, socialistas, conservadores- a favor de los derechos políticos de la mujer desde 1916 hasta 1947.

No obstante, entiendo que no sólo la falta de fe en las capacidades femeninas para el ejercicio de las libertades políticas obturó su promulgación, sino que también los desacuerdos en torno a la propia universalidad del sufragio y su conceptualización como deber republicano (de allí la obligatoriedad) probaron ser fuente de controversia.

Así, este camino de ensayos y errores, sin duda para nada lineal y mucho menos necesario, nos permite pensar tanto sobre el estatus jurídico de las mujeres como en los dilemas de la legitimidad política que inauguró la llamada ley Sáenz Peña en Argentina, en medio de una crisis del orden liberal a nivel mundial.

DIRECCIÓN DE PRENSA Y DIFUSIÓN UNRC

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Fuente: página web del CONICET.

Imágenes: Eva Duarte, Alicia Moreau de Justo y Julieta Lanteri