Universidad Nacional de Río Cuarto

Saltear la navegación principal

25 de mayo de 1810

La Revolución de Mayo en Río Cuarto y región significó un profundo cambio político que generó controversias en la sociedad

  23 de Mayo de 2023

Este jueves 25 de mayo se celebra el 213º aniversario de la Revolución de Mayo, grito de libertad que tuvo lugar el 25 de 1810 en la ciudad de la Trinidad (Buenos Aires), tras que la población porteña pusieron en duda la autoridad del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros por la caída del rey Fernando VII en manos de las tropas napoleónicas que habían invadido España.

Fue una revolución que significó la caída del Virreinato del Río de la Plata y el principio del fin de las colonias españolas en lo que hoy es el territorio soberano de la República Argentina.

Los hechos de mayo 1810 influenciados por razones políticas y económicas derivaron en la conformación de  la Primera Junta de Gobierno, a la postre reconocida en la historia como el primer gobierno patrio. Aquella junta estuvo integrada por  Cornelio Saavedra, presidente; Mariano Moreno y Juan José Paso, secretarios; Manuel Alberti, Miguel de Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Juan Larrea y Domingo Matheu, vocales.

La Revolución fue un cambio político que tuvo su inicio y su desarrollo en Buenos Aires y luego se fue extendiendo por las guerras de la independencia hacia el interior del país. La Declaración de la Independencia el 9 de julio fue un pilar central de la consolidación política de la Revolución y a la vez las campañas sanmartinianas por el oeste del país hacia Chile y luego llegando al Perú representaron la consolidación militar de la emancipación de la metrópoli española.

En el libro Río Cuarto y su región en clave histórica, Huellas, Fragmentos y tensiones con los macro-relatos, en el subtítulo  Revolución de Mayo y tensiones en la Villa de la Concepción (1810-1824) la profesora María Rosa Carbonari expresa: “Los sucesos de la Revolución de Mayo repercutieron en la villa a doce años de su existencia. La Junta Provisional Gubernativa de la capital del Río de la Plata exigía al interior manifestarse respecto al reconocimiento del nuevo gobierno. Esa manifestación de soberanía porteña hizo que se explicitaran las diferencias de intereses que prevalecían entre los vecinos de la villa. No pensaban lo mismo los ganaderos-comerciantes y militares descendientes de los españoles nacidos en América que los comerciantes letrados y los funcionarios de la administración imperial, arribados en el siglo XVIII, aun cuando entre ellos existiesen vínculos parentales.

La revolución netamente urbana iniciada en el puerto buscaba constituir lealtades a través de nuevas juntas subalternas que reconocieran su dependencia a Buenos Aires. En ese contexto, las reacciones de los propietarios y comerciantes del interior no fueron homogéneas: los vecinos cabildantes de la ciudad de Córdoba, por ejemplo –de antigua tradición hispánica y apoyados por funcionarios del Imperio español–, se opusieron inicialmente a la revolución y a los intentos centristas del puerto.
En junio de 1810 cuando se comunicaba desde Córdoba a los cabildantes de la villa la constitución de un gobierno de criollos porteños, manifestaron su lealtad a la ciudad de Córdoba. Sin embargo, una expedición auxiliadora enviada desde el puerto sofocó el intento de resistencia y ejecutó a los opositores en Cabeza de Tigre (actual localidad de Cruz Alta), cruce de caminos entre Buenos Aires y Córdoba, en agosto de ese año.

De esta manera –sostiene Rosa Carbonari-  el puerto enviaba claros mensajes de ruptura y la ciudad mediterránea terminó adhiriendo a Buenos Aires como también lo hicieron los vecinos de la Villa de la Concepción en un Cabildo Abierto. A partir de allí, distintas tendencias y posiciones se fueron expresando en la lucha por la construcción de una nueva hegemonía en el territorio del antiguo virreinato.

Agrega Cabonari: El repaso de los nombres de quienes asistieron a la convocatoria permite reconocer la conformación económica y social de esa pequeña élite que, dependiendo de sus intereses económicos, se debatía entre mantener las prerrogativas heredadas de la Corona o asumir las ventajas geopolíticas de los nuevos aires revolucionarios.
En cierto modo, el reformismo borbónico había beneficiado a esta villa fronteriza. Los vecinos incluían comerciantes europeos que habían arribado entre fines del siglo XVIII y primeros años del XIX. Ellos tenían el control del Cabildo porque reunían las condiciones necesarias para constituirse en autoridades –ser español y letrado–y, además, se habían entroncado con familias de la región, formando parte de la elite política local.
Cuando el Cabildo de la villa recibió el pliego de la Junta Provisional Gubernativa de 1810 su autoridad estaba a cargo de comerciantes europeos recientemente arribados, como el alcalde Manuel Ordóñez, el regidor fiel ejecutor Juan Martínez Cisneros y el defensor de pobres y hacendado criollo Marcelino Soria, quienes decidieron convocar a los vecinos propietarios de la región.

A la convocatoria a los “principales de este pueblo”, asistieron –además del cura párroco Mariano López Cobos– los comerciantes Bruno Malbrán y Muñoz, José Clemente Moyano, Pedro Antonio Fernández y Juan Bautista Basquez; los hacendados Josef Francisco Tissera, Felipe Neri Guerra, Antonio Ponze de León, Esteban Rosas Arias de Cabrera, Pedro Martínez, José Antonio Acosta junto al notario Teodoro Acosta y el poseedor de tienda de pulpería, Santiago Gutiérrez. Estos vecinos también cumplían funciones militares de defensa de la frontera.

Por entonces, otros comerciantes europeos también se habían emparentando con las familias existentes, entre los que cabe mencionar a Francisco Paula Claro, casado con una Arias de Cabrera; Don Benito del Real con una Bracamonte, viuda de don Juan José Soria e hija de don Ignacio Bracamonte. También prisioneros ingleses que habían participado de las invasiones como Alexandro Wilson se casó con la hija del comandante Acosta y Juan Ignacio Esley estableció alianza matrimonial con María Manuela Tissera Arias de Cabrera, hija de José Vicente Tissera Benitez, hacendado de la región.

Procedentes de Córdoba estaban los comerciantes Don Pedro Ignacio Mendoza, Juan Luis Ordóñez y Lucio Cisneros; de Buenos Aires, Bautista Basquez; de San Juan, Clemente Moyano; de Mendoza, Andrés Gomez y Pedro Bargas. Andrés Gómez era propietario de una pulpería y había establecido vínculo matrimonial con Máxima Tissera Arias de Cabrera, así como Pedro Bargas con su hermana Teresa Tissera.

En síntesis, la elite local de aquellos años  que portaban “rango poder y riqueza” estaba conformaba por nuevos comerciantes españoles y otros sujetos del interior, también comerciantes, que habían arribado a la Villa producto de la reestructuración económica del imperialismo español en alianza con descendientes de españoles en la región. La crítica de los criollos porteños frente a la política del reformismo borbónico colocaba a esos actores de la villa en una situación comprometida, dado que ésta había surgido al amparo de aquellos cambios. Así, con pocos años de existencia política, quedaba expectante a la espera de la conformación del nuevo mapa político que se iría a configurar.

Pero los sucesos de Mayo repercutieron también en el surgimiento de nuevos protagonismos. La condición de militar y la jerarquía de ostentar cargos en defensa de la revolución facilitaba la incorporación a ese tejido social selecto, aun cuando no se tuviese prestigio heredado del pasado. La circulación más fluida de caravanas de mercaderías, de arrieros y de troperos que unían los caminos de Buenos Aires a Cuyo y a Santiago de Chile, además, movilizaban grupos criollos que buscaban, esta vez, llevar la revolución al otro lado de la cordillera. La militarización del espacio iniciada por el gobierno colonial para proteger la frontera prontamente adquirió otro matiz, ahora atento a la defensa de las políticas del centralismo porteño, a la autonomía provincial y a los intereses propios de los hacendados militares de la región o de los comerciantes locales.

Por esos tiempos, el gobierno revolucionario porteño nombró a Juan Martín de Pueyrredón de tendencia centrista como gobernador intendente de Córdoba del Tucumán (1810-1811). Este debía imponer medidas liberales, entre las que figuraba que los cargos de los cabildantes debían ser en mayor número americanos y que los restantes europeos solo adquirieran funciones pacíficas. Esto permitía reconocer a militares que actuaban en la frontera en beneficio de la causa revolucionaria, como fue el caso del capitán Francisco Domingo Zarco, quien había arribado hacia fines del siglo XVIII como hacendado y fue designado comandante del Fortín de Reducción.

También esa política benefició al cura Pedro Ignacio Guzmán por su accionar a favor de la causa revolucionaria. Pueyrredón nombró, asimismo, Comandante de la frontera al cordobés afincado en la villa Juan Luís Ordóñez. Este debía recaudar las armas existentes en la región tanto reales como particulares, función que le sería retirada ante el cambio de gobernación.

Si la Revolución de Mayo buscaba afirmar la autonomía de Buenos Aires y la adhesión del interior, ello devino en una guerra no solo contra el dominio colonial sino también entre los principales actores de las distintas ciudades del interior que expresaban rivalidades ante la reforma borbónica junto a los conflictos sociales y étnicos heredados de la corona.

En otro tramo del texto,  Rosa Carbonari sostiene: “…A inicios de 1811 la villa continuaba bajo los simpatizantes de la restitución del orden colonial y don Bruno Malbrán y Muñoz juró como alcalde ordinario con la confirmación del propio  gobernador. Lo acompañaban en la gestión vecinos que también se manifestaban por la lealtad al rey. Fue en el año 1812 que la presión del gobierno central para sostener la revolución y la necesidad de solventar los gastos del ejército auxiliador del Alto Perú se hizo sentir en la villa y el propio Bruno Malbrán y Muñoz debió contribuir con una cuota proporcional a su patrimonio. Otros donativos significativos fueron realizados por los hermanos Tissera, hacendados del paraje de San Bernardo, nietos del comandante don Francisco Tissera”.

Referencias:

María Rosa Carbonari y Gabriel Carini (Compiladores), Río Cuarto y su región en clave histórica, Huellas, Fragmentos y tensiones con los macro-relatos, UniRio Editora, Colección Líneas del Tiempo, Río Cuarto, 2019. Pags. 34 a 38.

 

Dirección de Prensa y Difusión UNRC

prensa@rec.unrc.edu.ar